El estudio de las ciencias debe darse a todas las personas, pues proporcionan recursos para la toma de decisiones críticas a lo largo de nuestra vida, por esa razón el profesor tiene una gran responsabilidad para que los alumnos puedan adquirir este conocimiento y además resulte atractivo para ellos, que lleguen a apropiarse del lenguaje científico y que les proporcione  la experiencia del gozo de comprender y explicar lo que ocurre a su alrededor, es decir “leerlo” con ojos de científicos.

Es común pensar que enseñar ciencias implica sólo exponer teorías y conceptos , rara vez se tiene en cuenta la función que proporciona la enseñanza científica, o su importancia como conocimiento de una cultura general imprescindible para que un ciudadano entienda asuntos de trascendencia social y personal importantes, reflexione sobre ello y con base a ese conocimiento formen sus propias opiniones y decisiones como por ejemplo: qué tanto pueden afectarle el cambio climático, los alimentos transgénicos, la utilización de las células madre, entre otros, educar en ciencias implica enseñar a “pensar”, “hacer” y “hablar” o a “comunicar” sobre los sucesos del mundo natural.

En relación con los contenidos propios de las ciencias, su enseñanza, tal como lo menciona Izquierdo (2006:880), no debe estar “basada en definiciones (qué es la célula, qué es el enlace químico, qué son las fuerzas...) sino en acciones (qué hago para saber si la combustión es un cambio químico, cómo controlo una combustión, cómo ajusto la proporción de los reactivos, cómo explico lo que he hecho...)”.

Actualmente en nuestra vida cotidiana se nos bombardea de información de diversas fuentes que no son confiables, un ejemplo de ello suele ser la publicidad, comúnmente encontramos productos milagrosos que  hacen promesas falsas acompañado de la frase “científicamente comprobado”, quienes están mayor informados y cercanos a la ciencia no les sería difícil criticar y cuestionarse más acerca de este tipo de publicidad, pero, ¿qué ocurre con el resto de la población?, regularmente al escuchar la frase “científicamente comprobado”, vulnera las defensas intelectuales y rara vez se duda en comprarlo y usarlo.

Respecto a la formación científica básica o “alfabetización científica”, Bernal y López (2005) afirman que del mismo modo que en su momento fue necesario alfabetizar –enseñar a leer y escribir– a la población para su inserción a la sociedad, ciertos conocimientos científicos hoy en día son indispensables para desenvolverse en un mundo dominado, para bien o para mal, por las tecnociencias y sus consecuencias sociales, económicas y ambientales.

¿Por qué  enseñar ciencias en educación básica?

Para la mayoría de los estudiantes la educación básica es la única y última oportunidad que tienen para formarse en la escuela, y muchos de ellos concluyen sus estudios formales a los 16 años para incorporarse a la vida laboral, lo cual es importante tener presente para la enseñanza de las ciencias desde el inicio a la educación formal.

Las ciencias se han de enseñar desde la educación preescolar en el campo formativo de Exploración y comprensión del mundo natural y social-1 y a lo largo de la educación primaria y secundaria, contribuyendo así a la educación básica para la ciudadanía.

Los objetivos más específicos para la educación científica a lo largo de la escolarización y del aprendizaje, según Lemke (2006:6):

• Para los niños de edad intermedia: desarrollar una curiosidad más específica sobre cómo funcionan las tecnologías y el mundo natural, cómo diseñar y crear objetos, cómo cuidar las cosas, y un conocimiento básico de la salud.

• Para la escuela secundaria: abrir todos un camino potencial hacia las carreras de la ciencia y la tecnología, proveer información sobre la visión científica del mundo que es, de probada utilidad para muchos ciudadanos, comunicar algunos aspectos del rol de la ciencia y de la tecnología en la vida social, ayudar a desarrollar habilidades de razonamiento lógico y complejo, y el uso de múltiples representaciones.

Formación de ciudadanos responsables

Como educadores se tiene un gran compromiso, ya que se participa en “la formación de un ser humano” y ciudadano responsable, dentro de las cualidades y actitudes de los ciudadanos se espera que ejerzan su responsabilidad en las elecciones personales que afecten a su salud y al medio ambiente.

Respecto a su salud, por ejemplo, se espera que sean conscientes en mantener  hábitos saludables como una dieta balanceada, realizar ejercicio, limitar el consumo de bebidas alcohólicas y tabaco etc, mientras que a lo que se refiere al cuidado del medio ambiente, que estén debidamente informados del calentamiento global, la contaminación y que estén dispuestos a realizar acciones simples pero que tengan un impacto positivo como reducir, reutilizar, reciclar y todo lo relacionado con sus propias elecciones como consumidores. 

Para la formación de valores

Hay que tener presente que así como enseñamos conceptos y teorías en ciencias, también debemos desarrollar valores; los cuales son imprescindibles para vivir en sociedad. La ciencia se define por ciertos valores que la caracterizan: honestidad, racionalidad, autocrítica, perseverancia, objetividad, principalmente, pero como actividad humana que es, está condicionada por factores económicos, ideológicos, de poder y otros que conllevan una diferenciación en la práctica entre valores “proclamados” y valores “aplicados”.

Es imprescindible que los profesores generemos ambientes de aprendizaje en los que se valoren las capacidades de todas las niñas y todos los niños, y les ayudemos a ejercer la crítica; tener confianza en el futuro; comunicarse y escucharse; implicarse en las tareas de la escuela; defender sus puntos de vista de manera pacífica, educándolos en la autonomía, a entender los acontecimientos al presentarse situaciones que vulneren los derechos de las personas o de desatención a problemas ambientales, y a participar en acciones solidarias que ayuden en la formación de una sociedad más justa y un planeta sostenible.